Un satélite artificial es una de las piezas de maquinaria más sofisticadas, complejas y brillantes de la historia de la humanidad. En esencia se trata de un robot que opera en unas condiciones extremas: falta de aire, presencia de radiaciones, riesgo de colisión con micrometeoritos, temperaturas que pasan de lo glacial a lo tórrido en minutos, y todo ello sin posibilidad alguna de reparación. Y para colmo tiene que sobrevivir a ser colocado en su lugar por un lanzamiento espacial, básicamente una enorme y prolongada explosión apenas controlada que genera fuerzas titánicas. Es por eso que un satélite es caro, enormemente caro; centenares de millones de euros la unidad, dependiendo del tipo y sin contar los gastos de lanzamiento.
Por eso resulta particularmente estúpido bordeando en lo criminal que un satélite geoestacionario privado de comunicaciones recién lanzado se haya convertido en basura espacial por una disputa sobre una patente. Una patente semiobsoleta y que muy probablemente carezca de validez ninguna ha derribado un satélite con tanta efectividad como un misil en una descarnada muestra de lo absurdo del actual sistema de protección de la 'propiedad' inmaterial.
El satélite es el AMC-14 [arriba], que puso en órbita el pasado marzo un cohete ruso Protón para cubrir los Estados Unidos; su precio, 95 millones de euros. Como ocurre en ocasiones, el lanzamiento no fue perfecto, y el satélite no llegó (por poco) al punto intermedio que necesitaba para poder llegar a su órbita definitiva. SES Americom, propietarios del AMC-14, estudiaron sus opciones y descubrieron una: utilizando los cohetes de maniobra del satélite es posible lanzarlo hacia la Luna para sobrevolarla. Usando ese cambio de órbita AMC-14 puede alcanzar una posición estable en la órbita geosincrónica y operar durante al menos cuatro años. Pero no va a ser así: el satélite artificial ha sido declarado basura espacial y el intento de rescate no se llevará a cabo. La causa: hay una patente sobre el procedimiento de sobrevuelo lunar, a nombre de Boeing. Boeing y SES Americom tienen una disputa legal, y Boeing ha aprovechado su patente para exigir a la otra empresa que ceda o pierda el AMC-14. ¿Consecuencia? El satélite muere.
No importa que para los expertos legales de SES Americom la patente carezca de valor, ya que esencialmente Boeing ha patentado las leyes de la física. Lo que importa es que echarla abajo ante un tribunal es un proceso lento, incluso cuando está claro, y el satélite no puede esperar. Una patente que probablemente no debió concederse jamás y una empresa que utiliza a su favor todas las bazas que tiene, por dudosas que sean, van a transformar en chatarra de alta tecnología un satélite perfectamente operativo. Este despropósito, este desperdicio absurdo de recursos e ingenio humanos demuestra a las claras que el sistema de protección de la llamada 'propiedad' intelectual e industrial está profundamente enfermo. Es hora de tirarlo por la borda y empezar de nuevo con algo un poco más razonable.